sábado, 26 de noviembre de 2011

El Chavo del Ocho.


La televisión tanto las públicas como las privadas, tienen un compromiso firmado de educar al ciudadano en los valores de una sociedad democrática. difícilmente se soportaría sin rasgarnos las vestiduras un programa que hiciese apología del racismo, de la xenofobia o  de la pedofilia, por citar unos cuantos ejemplos.
  sin embargo, desde hace ya muchos años, la televisión venezolana viene emitiendo en horario de tarde y dentro de la programación infantil y juvenil, entre las seis y las siete de la tarde, un programa cuando menos exótico; si se puede llamar exótico a una bomba de relojería.
el programa en cuestión es "el chavo del ocho". es una serie de hace ¡25 años!, comprada a una televisión mexicana y que, en pretendida clave infantil, refleja la sociedad, de hace 25 años, en un patio de una vecindad del citado país (México).
     los personajes no tienen desperdicio: un niño huérfano, el chavo, que vive en un tonel en el patio; un vago, d. ramón que nunca paga el alquiler y que no consigue ningún trabajo, que sobrevive de la picardía y que tiene una hija, la chilindrina; una mujer viuda, dª florinda, siempre con rulos, de buena familia venida a menos - se entiende que por la viudedad – (con un hijo, kico, educado pero tonto), cuyo objetivo prioritario es "casarse" con un alargado - y pobre - profesor Jirafales; y el casero de turno el señor "barriga" gordo, sudoroso y siempre con un maletín.
 lo alarmante de la situación son las relaciones sociales que inspiran los comportamientos de los citados personajes:
dª florinda no pierde ocasión, la mayoría de las veces de forma injustificada, de soltarle una bofetada sublime al vago  d. ramón, que por aquello de la diferencia de clase no se la puede devolver y se contenta con pisotear su sombrero; para que el mensaje quede más claro lo acompaña con un latiguillo dirigido a su hijo:" ¡no te juntes con esta chusma!". el hijo, kico, aprovecha (es uno de los "chistes" del programa) para agredir al vago al grito de ¡chusma, chusma!. pero como siempre hay alguien más bajo en la escala social, el vago  le suelta unos “cocorrones” al pobre huérfano, el chavo, acompañado del grito de guerra ¡toma ya! con efectos especiales sonoros.
 en algunos de los programas, para reforzar las posiciones sociales de los personajes, y por si no hubiese quedado claro, se permiten una broma morbosa y de mal gusto con el pobre "chavo", con diálogos tan ingeniosos como este:
- y tú chavo ¿qué tienes?
-¡ hambre !
responde el pobre chavo.
 son unas muestras, pero unas muestras de algo que nuestros hijos están interiorizando como los mecanismos "normales" de relaciones sociales.
todo va mal con el “chavo del ocho”. sobre su cabeza, literalmente, con un embudo de impunidad histórica, se descarga un baño de violencia, injusticia, abandono, atraso, miseria y alienación. uno mira al “chavo”, sin familia, sin casa, sin contención social… golpeado por una historia, familiar, económica, política… de clase, que nadie parece conocer,  en el laberinto de las hipocresías. “don ramón” es un desempleado verdugo. 
todos los personajes, que comparten con el “chavo” sus aventuras en el reino de las desigualdades, son personajes en crisis. trasminan inconscientemente todo lo que niegan de su realidad política para afirmarse una realidad de raiting. son fantasía, incluso de sí mismos, iluminada con destellos de otra realidad más cruda que bien filtrada y purificada no mancha, con sus dramas de clase, la perfección de un micro mundo encerrado en sus trampas.
el chantaje hecho diversión. cuestionar al “chavo” no es ofender gratuitamente a las personas que lo miran. es interrogar aquello que individual y socialmente se promueve con el espectáculo de la miseria que lleva tantos niños a vivir de y en la calle. cuestionar al “chavo” implica interpelar los mecanismos, (cualesquiera que fuesen) para conquistar feligreses y fans. cuestionar al “chavo” no implica traicionar a quienes lo disfrutan, incluidos nuestros hijos, pero implica interrogar e interrogarnos el por qué ese entretenimiento televisivo basado en la violencia contra un niño callejero, tierno y todo, divierte; por qué tanta fama, éxito y regalías, por qué tanta repetición y tanto homenaje. qué retrata de nosotros, qué nos impone, qué no sabemos y deberíamos saber. cuál es el negocio y cuánto nos cuesta, en todos sentidos.
con el “chavo” se crea un marco perfecto para la agresión protagonista que es aplaudida incluso por las risotadas grabadas al remate de cada chiste. marco perfecto para que parezca normal que los niños asalten, incendien casas y automóviles, golpeen maestros y compañeros, acudan armados a las escuelas. marco perfecto dentro del marco ampliado de sociedades en crisis, desarticuladas emocionalmente, caotizadas por la anarquía económica, la corrupción impune, el saqueo de materias primas y trabajo como principios fundamentales para defender el quietismo, para que nada cambie, que el sistema no se caiga. bonita historia.
esa violencia que el “chavo” protagoniza y padece, no sólo por los golpes, los insultos y los pastelazos… tiene contactos y complicidades con otras violencias que viven descontroladas por todos los rumbos de la conciencia individual y social. hay violencia en mujeres y niños golpeados permanente e impunemente. hay violencia en niños callejeros sometidos a la prostitución, el robo y crimen consuetudinarios, en el desempleo, explotación e indolencia ante el dolor social y falta de futuro.
los responsables de la programación infantil deberían cuidar un poco - un poco ya es algo -los valores cívicos, éticos y de convivencia democrática latentes en los programas que emiten. y lo que tampoco les vendría mal es leerse, y cumplir, la normativa sobre los derechos del menor vigentes en nuestro país.

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